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Martes Junio 06, 2023

Blogoeconomía

De la mano negra a la mano invisible: opiniones y provocaciones de un grupo de economistas académicos.

Este es un blog a cargo de David Bardey, Juan Camilo Cárdenas, Marcela Eslava, Leopoldo Fergusson, Marc Hofstetter, Andrés Moya, Oskar Nupia, Catherine Rodríguez, Jorge Tovar, Rafael Santos y Hernando Zuleta. Todos son profesores de la Facultad de Economía de la Universidad de Los Andes.

Las opiniones expresadas por los autores se hacen a título personal y no comprometen el nombre de la Universidad de los Andes ni al grupo de Blogoeconomía como un todo.

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Hilos temáticos:

Por David Bardey

 

En una entrada previa intenté presentar los lados simpáticos y los aspectos más oscuros del fenómeno económico que se hace llamar “la uberización de la economía”. Uno de los aspectos que me preocupaba era el tema del “trabajo a la demanda”, es decir que las plataformas, o de manera general las empresas que siguen este modelo económico, ya no reclutan a sus trabajadores sino que contratan a trabajadores independientes.

 

La racionalidad de este modelo de negocio es a primera vista sencilla: las empresas enfrentan choques de demanda y una manera de absorber estos choques es precisamente no tener una planta fija de empleados, sino de contratarlos como independientes, de tal forma que cuando la demanda es baja las empresas no incurren en costos fijos importantes. Uno de los comentarios que recibí, y que motiva esta nueva entrada, es que no hay motivos para preocuparse por este modelo de contratación porque es un modelo eficiente. Sin retomar todos los argumentos tradicionales a favor o en contra de la flexibilidad en los mercados laborales, a continuación me concentro sobre el tema del riesgo y de quien lo asume con este esquema de trabajo a la demanda para discutir si es realmente eficiente.

 

En una visión muy simple del funcionamiento de los mercados, diría hasta un poco simplista, uno puede considerar que se alcanza una asignación eficiente del momento que todas las transacciones mutuamente beneficiosas se han realizadas. Para aterrizar esta visión a nuestro tema, si los trabajadores aceptan este modelo de contratación del tipo “trabajo a la demanda” ofrecido por las empresas es porque ellos también se benefician de esto, pues sino no lo estarían aceptando. Mejor dicho, hay un excedente que se está creando y que se reparte entre ambas partes. Si la repartición de este excedente no es igualitaria o si es muy asimétrica, basándose solamente en un criterio de eficiencia, uno podría afirmar que lo importante es el tamaño de la torta que se está cocinando. En palabras más crudas, si los trabajadores se quedan solamente con las migas de la torta no es ineficiente, pues si deciden participar es que se benefician de esto. Otro argumento a la Margaret Thatcher, es que el tamaño de estas migas aumenta con el tamaño de la torta, entonces no debe haber motivos por quejarse. ¡Tan linda MargaretJ!

 

Ahora, les propongo que hagamos el supuesto siguiente: nos ponemos en el caso lo más favorable del trabajo a la demanda suponiendo que gracias a eso, se realizan todas las transacciones mutuamente beneficiosas. Obviamente no hay nada que garantiza que eso sea cierto, especialmente que uno podría pensar a priori que por no tener un contrato de trabajo de verdad, algunos trabajadores se rehúsen en aceptar este tipo de contratación. No importa, supongamos que es cierto. Lo que veremos es que aún con este supuesto totalmente a su favor, el trabajo a la demanda nos lleva a una asignación eficiente solamente en el mundo elegante pero no menos virtual de la teoría de los mercados perfectamente competitivos y completos. Lo que los economistas llamamos completos son mercados en los cuales los individuos, encuentran oportunidades ofrecidas por estos mismos, para cubrirse contra los riesgos que enfrentan. Si bien reconozco que me fascina la construcción intelectual de estos modelos, la lectura literal de estos “textos sagrados” puede conllevar a conclusiones bien erradas.

 

Como ya lo vimos, el trabajo a la demanda consiste en que las empresas transfieren el riesgo que proviene de los choques de demanda hacia los trabajadores que contratan. Es importante resaltar que la teoría de los contratos nos enseña que efectivamente la manera la más sencilla de incentivar a los trabajadores es transferirles los riesgos. No obstante, esta misma teoría estipula que la transferencia del riesgo entre los dos firmantes de un contrato es eficiente bajo dos condiciones:

1. El que termina asumiendo los riesgos, en nuestro caso el trabajador, no es mucho más averso al riesgo que la parte que lo transfiere, es decir la empresa;
2. La parte que termina asumiendo el riesgo puede actuar sobre este riesgo.

 

La intersección de estas dos condiciones aplicada a nuestro tema implica que, por un lado, puede ser eficiente que las empresas transfieran el riesgo de los choques de demanda hacia los trabajadores si éstos no son demasiado aversos al riesgo. Por otro lado, esta transferencia de riesgo hacia los trabajadores puede ser eficiente si con sus actuaciones/esfuerzos éstos pueden aumentar la probabilidad de que la demanda sea alta.

 

Ahora, miremos como eso cuadra con el esquema de trabajo a la demanda. Para eso, la primera pregunta a la cual debemos responder es quien tiene más aversión al riesgo: los trabajadores que disponen de oportunidades muy incompletas para suavizar la aleatoriedad de sus ingresos causados por los choques de demanda, o la empresa que los contrata y que por definición actúa bajo el régimen de responsabilidad limitada. La respuesta a esta primera pregunta es sin ambigüedad: los trabajadores tienen mayor aversión al riesgo y transferirles riesgo implica una pérdida de eficiencia.

 

Les someto ahora a una segunda pregunta para saber, si a pesar del punto anterior, puede ser eficiente transferir el riesgo de las empresas hacia los trabajadores: ¿quiénes más pueden influir sobre la demanda de la empresa: los trabajadores que la empresa contrata de vez en cuando en función de los caprichos de la demanda, o la empresa y sus dirigentes con la elaboración de estrategias de mercadeo, de posicionamientos estratégicos frente a la competencia, de políticas de innovación, etc. Aunque puede depender de contextos particulares, la respuesta a esta segunda pregunta igualmente parece obvia: los que más pueden influir sobre la demanda son las empresas y sus dirigentes, no los trabajadores, aún menos cuando son independientes. La principal forma con la cual los trabajadores pueden influir sobre la demanda es en el sector de los servicios cuando sus esfuerzos permiten mejorar la calidad ofrecida a los clientes, pero para eso no hay necesidad de transferir el riesgo a los trabajadores, se puede simplemente condicionar su remuneración en función de la calidad ofrecida.

 

Por lo que acabamos de ver, en un mundo con incertidumbre y con mercados incompletos que no permiten a los agentes expuestos a los riesgos diversificarlos, o mejor dicho, en el mundo real, es poco probable que un esquema de trabajo a la demanda sea eficiente, aún considerando el escenario más favorable. Por el contrario, parece tener todas las características de un arreglo ineficiente de los riesgos. De hecho, uno se puede preguntar por qué esta ola de trabajo a la demanda ha surgido en años recientes y no antes, a pesar de que muchas de las empresas y plataformas que aplican este esquema existen desde hace tiempo. Una posible explicación, es que la precariedad que nos ha dejado la crisis financiera del 2008 en los mercados laborales, i.e. los trabajadores tienen menos opciones por el desempleo más alto en varios países, ha reforzado el poder de mercado de las grandes empresas. Ese incremento del poder de mercado, y su eventual abuso, no se traduce solamente por menos personas contratadas, pero con un arreglo ineficiente del riesgo entre las partes. En todo caso, para los auto-declarados gurús de la modernidad que nos quieren vender la idea que eso corresponde al modelo del futuro, les respondería que eso se parece más bien al modelo económico del siglo 19 con las bolsas de trabajo queridas a Gustave de Molinari. Uno tiene derecho de soñar que a lo largo del tiempo, hemos logrado un modelo un poco más sofisticado y menos precario para la mayoría de la gente.

 

En nuestro contexto criollo, es difícil hacerse una idea de si el trabajo a la demanda es una oportunidad o bien una fuente de ineficiencia. Por un lado, para los trabajadores del sector informal, este tipo de contratación puede ser un primer paso hacia la formalidad, lo cual sería todo el resto igual, un mejoramiento. Por otro lado, este esquema de contratación tendería en exacerbar uno de los problemas más profundo que enfrenta la sociedad colombiana con su modelo económico: transferir buena parte (o su totalidad) del riesgo a los que menos están en capacidad de enfrentarlo de manera eficiente. Les dejo la inquietud…

 

PS: Con esta entrada no quise decir que la flexibilidad en el mercado laboral sea en ningún caso eficiente. Por ejemplo, si aplicamos los principios de esta flexibilidad a los esquemas de remuneración de los dirigentes de las grandes empresas podría ser eficiente, del momento que son condicionados en los resultados de largo plazo de las empresas. Teóricamente es el principio detrás de los stock-options. Un dirigente con buenos resultados gana un bono que refleja el incremento del valor de la empresa. No obstante, cuando uno observa la suma millonaria (¡en euros!) que el director de Volkswagen recientemente despedido recibió por haber llevado toda la empresa a un “crash-test”, uno se puede preguntar de manera legítima si los dirigentes de las grandes empresas son realmente sometidos a las virtudes de los incentivos que ellos preconizan para sus trabajadores.

Comentarios - Cada usuario tiene la posibilidad de incluir solo tres comentarios
Dom, 2015-10-18 13:56

¿Eficiente para quien? porque puede ser eficiente en términos de asignación de recursos pero desde el punto de vista del trabajador esa eficiencia puede tener el coste de la inseguridad por unas fluctuaciones que no puede controlar, mientras que para la empresa si resulta muy eficiente porque le permite costos flexibles.
En el caso Uber siento que a todos nos parece la maravilla, pero es porque al ser ilegal la oferta es limitada, en el momento en que se formalice y la oferta se multiplique va a dejar de ser tan buen negocio para conductores y sus rendimientos subirán exponencialmente para los dueños de la plataforma.

Dom, 2015-10-18 14:26

Estimado Gustavo Adolfo,

Muchas gracias por su comentario. Respecto a su pregunta, le respondería: la sociedad en su globalidad. Efectivamente hay ganadores y perdedores con esta flexibilidad, los que usted menciona, pero globalmente la sociedad entera pierde con esta asignación de los riesgos porque los que están expuestos no tienen maneras de controlar y suavizar este riesgo. Eso pasa también cuando un precio no es competitivo: hay ganadores (los vendedores), hay perdedores (los que compran), pero más que todo hay transacciones que no se hacen, lo que medimos como ineficiencia.

Algo que habría debido precisar, es que a pesar del titulo, esta entrada no trata realmente del caso de Uber, el termino uberización ya se emancipó de su creador. Pero efectivamente el hecho de estar fuera de la regulación hace que Uber sea un modelo atractivo. Es una renta de situación.

David

Mar, 2015-10-13 20:20

Hola Christian,

Muchas gracias por tu comentario. Lo que tenía en la cabeza era más bien riesgos micro, no riesgos sistemicos. Pero hasta en los países desarrallados, los trabajadores independientes no tienen las oportunidades de cubrise contra los riesgos de la demanda que enfrentan, los mercados son incompletos por naturaleza. Y como no tienen control sobre la demanda, las empresas si, la repartición del riesgo es pesima desde una perspectiva de eficiencia. En terminos de equidad, aun pero.

Saludos

David

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