A tres días de la segunda vuelta, una buena parte de los columnistas de los principales medios nacionales han anunciado ya su voto para el próximo domingo. Tras haberles hecho seguimiento en la primera vuelta, La Silla Vacía volvió a escoger a 30 de ellos para saber más que por quién votarán, sus razones para hacerlo. Encontró que, si de los columnistas dependiera (con excepciones como El Colombiano), ganaría la reelección, casi siempre por el proceso de paz.

Alvaro Forero
voto: Juan Manuel Santos
Esa diferencia ocurre porque -como señala Forero en otra de sus columnas de la serie bautizada 'La verdadera batalla electoral'- ambos candidatos encarnan dos modelos políticos opuestos: Santos el institucionalista, Zuluaga el caudillista. Aunque matiza que el caudillo no es el candidato uribista sino su mentor, a quien ve “intervenir, ya no el día a día del Estado porque no es presidente, sino su arquitectura por vía de una reforma constitucional de fondo”.
Para Forero estamos en las puertas del “tradicional vicio latinoamericano de las soluciones caudillistas, que reemplazan las lentas instituciones por mandatarios con autoridad”. Y que pueden impedir precisamente esas grandes reformas que necesita el país, como una especie de “New Deal” para el campo colombiano que conjure -como hizo el ex presidente gringo Franklin Delano Roosevelt con el 'nuevo trato' original con la Gran Depresión- todos los males históricos que lo aquejan.

Cristina de la Torre
voto: Juan Manuel Santos
Que, según ella, tiene una explicación política: “desnuda una fractura de las élites que podría extenderse a la sociedad toda” y que “evoca la puja, a medias resuelta, entre el reformismo liberal de los años 30 y un conservadurismo a ultranza que bebió en la fuente del fascismo”.
Por eso, para la académica, Santos representa “el republicanismo liberal edificado sobre el clientelismo” y Uribe-Zuluaga “el viejo caudillo latinoamericano en clave populista”.
El problema es que De la Torre ve, en el comportamiento de muchos de los escuderos de Zuluaga, un presagio de la actitud que tomarían si llegaran al poder: los anuncios de José Obdulio Gaviria de un “juicio político criminal” contra Santos, la advertencia de Ana Mercedes Gómez -senadora electa y ex directora de El Colombiano- de que “más temprano que tarde” vendrá el fin de la prensa irresponsable, y los agradecimientos de María Fernanda Cabal -también congresista electa- a una victoria en primera vuelta sobre “el comunismo ateo”.
“Es hora de acometer las reformas que vienen represadas, para que haya paz. Para que la disyuntiva jamás vuelva a plantearse entre democracia y dictadura”, remata, anunciando su voto por “el personero de la paz”.

Arlene B. Tickner
voto: Juan Manuel Santos
En algunos temas, como la relación con los gringos, Tickner ve solo similitudes. “El silencio de ambas candidaturas sobre Estados Unidos y el servicio diplomático permite concluir que, gane quien gane, habrá continuidad”, dice. Tampoco ve ninguna diferencia de fondo en cómo conciben la diplomacia, aparte de ser un “botín clientelista” con qué premiar a amigos y aliados.
Pero para Tickner sí hay diferencias de fondo en lo que llama “ideas-fuerza”, en torno a las que gravitan muchas de sus políticas nacionales: para Santos una Colombia insertada en el mundo globalizado y respetuosa de sus reglas de juego, para Zuluaga una Colombia comprometida con la lucha contra el terrorismo en boga en las épocas de Bush, Blair y Uribe. Dos ideas que tienen incidencia en muchos temas: para Tickner, la postura de Zuluaga y el uribismo sobre la necesidad de desacatar el fallo de La Haya sobre San Andres muestra que, si las circunstancias lo requieren, no hay problema en el “desafío a la normatividad internacional”. La de Santos sobre las drogas, aunque aún retórica, genera reconocimiento por “interrogar las políticas vigentes y considerar alternativas” de manera colectiva.
Al final concluye que las 'ideas-fuerza' de Santos “han redundado en mejorías indiscutibles en las relaciones de Colombia con el mundo”, mientras que las de Zuluaga “no son nada modernas y amenazan con devolver al país en el tiempo”.

Darío Avecedo
voto: Óscar Iván Zuluaga
“La opinión sabe a qué atenerse, sabe que es un líder coherente, franco y predecible”, escribe en su columna en El Espectador y, a diferencia de Santos, “no es un líder político de esos que enfrentan una campaña pensando en triquiñuelas, en la trampa que hay que ponerle al oponente que es en lo que se distingue el presidente-candidato quien confunde la praxis política con apuestas de juegos de azar”.
Para Acevedo, la campaña de Santos ha borrado -con dudosa ética- las fronteras entre Gobierno y campaña y ha caído en tres grandes 'malas prácticas' que muestran su oportunismo: “el abuso de posición del presidente, la desviación de recursos públicos para fines electorales de carácter privado y la manipulación del proceso de paz”.
Pone por ejemplo, el “chantaje” al que somete Vargas Lleras a los beneficiarios de las viviendas gratuitas, con lo que “el gobierno les reclama a los ciudadanos su voto como gratitud por los programas sociales que son deber del Estado”. O la “marejada de cuñas institucionales oficiales en las que se aprecia una indiscutible y no disimulada semejanza con el lenguaje del presidente-candidato”. Así el 'timing' de las firmas del acuerdo sobre drogas en La Habana y el pre-acuerdo sobre las víctimas.

Andrés Hoyos
voto: Juan Manuel Santos
Aunque muchos creen que la ciencia ficción no tiene nada que ver con la realidad, Hoyos -como alguna vez Aldous Huxley y George Orwell- convierte su columna en una pequeña reflexión distópica sobre lo que podría suceder si Zuluaga gana.
Para Hoyos, el mayor efecto de la elección de Zuluaga sería la caída -punto por punto- del proceso de paz en La Habana. “El de tierras no, porque a su juicio atentaba contra la propiedad privada, pilar de su agenda de gobierno; el de la participación política tampoco, porque le pareció en exceso generoso con un grupo terrorista que ha cometido multitud de crímenes de lesa humanidad; el del narcotráfico menos porque, como lo repitió hasta la saciedad en la campaña, es imposible negociar ese tema con el mayor cartel narcotraficante del mundo; y en cuanto al punto de las víctimas, hizo cuentas y le salía muy oneroso al Estado”, escribe.
“Lo que antecede es ficción por ahora, pero bien podría convertirse en realidad el próximo domingo. Depende de usted”, remata Hoyos, que de una vuelta a otra pasó de peñalosista a santista.

Florence Thomas
voto: Juan Manuel Santos
“No podemos arriesgar todo lo que con tanta dificultad logramos hacer realidad para existir en el sentido moderno de la palabra, para existir en un mundo muy poco pensado para nosotras”, dice la socióloga en su columna de El Tiempo. Y el hecho de que dos mujeres compitieran por la Presidencia es, para ella, uno de esos logros que podrían desvanecer en el aire.
“Cuántas veces nos hemos encontrado en largas marchas para gritar que no queremos seguir pariendo un solo hijo más para la guerra. No queremos seguir curando los cuerpos violentados de nuestras hijas, no queremos seguir llorando más muertos en esta insensata e interminable guerra”, remata. Es decir, un argumento pro proceso de paz pero con un acento feminista.

Francisco Gutiérrez Sanín
voto: Juan Manuel Santos
Pero se trata de una paz mucho más compleja de la que se está hablando. “La paz no traerá consigo ríos de leche y miel, ni acabará como por ensalmo con los graves problemas que aquejan al país. Cierto. La paz real, la paz adulta, es menos idílica pero mucho más interesante. Nos permitirá formular mejor nuestros problemas, así como instituciones viables para tramitarlas”, escribe uno de los más agudos analistas de la realidad nacional, que fundó y hoy dirige el Observatorio sobre Restitución de Tierras que reúne a cinco universidades del país.
Y, sobre todo, advierte que las “bravuconadas” de Zuluaga y los uribistas “no son de aflicción”, sino una “manipulación astuta del dolor”. La prueba para él es que decenas de víctimas de las Farc, desde el senador Juan Fernando Cristo hasta el gobernador del Meta Alan Jara apoyan el proceso de paz. “No podemos dejar que el pan se queme en la puerta del horno”, concluye.

Gustavo Gallón
voto: Juan Manuel Santos
Porque aunque la guerra es el problema central, el diagnóstico más preocupante -según Gallón- es la falta de equidad. Que a su vez, en un círculo vicioso, genera más exclusión y más violencia. “La inequidad social es una de las características más graves de la crisis de derechos humanos en Colombia”, escribe, citando las palabras de la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, Navi Pillay, que -como sudafricana de origen indio, jueza y antigua activista anti apartheid- sabe de procesos de justicia transicional.
Y ese es un problema, dice Gallón, que no se soluciona con cosas como cupos escolares o planes de salud, sino con transformaciones más profundas como el proceso de paz.
“Dicho acuerdo no será la panacea, pero permitirá, sin duda, fortalecer los reclamos sociales en materia de derechos económicos, sociales, culturales y ambientales. Enterrar la posibilidad de ese acuerdo, como lo plantea el uribismo, no sólo conducirá a invertir en la guerra recursos necesarios para mejorar la educación, la salud y el empleo, sino que retardará la superación de la inequidad social en Colombia”, remata.

Gabriel Silva
voto: Juan Manuel Santos
En las elecciones más importantes en medio siglo, según él, “estamos escogiendo entre la decencia y la mentira. Estamos escogiendo entre la guerra y la paz. Estamos escogiendo entre los ricos y los pobres. Entre los verdugos y las víctimas”.
En una de sus últimas columnas, que posiblemente presagiaba los titulares de esta semana, se fue lanza en ristre contra el uribismo por “exacerbar los naturales miedos y temores” de los militares y “sembrar versiones peligrosas para la democracia”. “La Fuerza Pública no es la ofrenda, el cordero pascual, de la paz. Son los principales beneficiarios de un nuevo país”, subraya.
“Que nuestro fanatismo solo se tome el amor por la Selección Colombia, pero no las urnas”, remata.

Hernando Gómez Buendía
voto: Juan Manuel Santos
“Todos queremos que las Farc no pongan bombas, ni secuestren, ni recluten niños, ni siembren minas, ni trafiquen con drogas. Zuluaga dice que él lo va a lograr ya mismo y con eso puede ganar las elecciones. Pero esto es una mentira descarada o es ignorancia supina sobre un proceso de paz”, escribe el académico.
Ignorancia porque -según Gómez Buendía- la única manera de blindar una negociación es no ponerle condiciones que no sean verificables, razón por la que fracasaron las tentativas de Belisario Betancur en los ochentas y la de Pastrana en el Caguán. “También por eso el proceso de La Habana es el primero que tiene al menos la posibilidad de llegar hasta el final”, dice. Y mentira, porque sus únicas alternativas reales son romper los diálogos o negociar tan duro como Santos, con el costo político de una y la poca novedad de la otra.
Por eso, dice, Zuluaga nos está vendiendo la idea de que la ira cambiará las cosas en la mesa con las Farc. “No es así: negociar es ceder lo menos que se pueda. Y es eso lo que Santos está haciendo”, remata. “El resto es rabia y demagogia y estafa”.

Indalecio Dangond
voto: Óscar Iván Zuluaga
En su columna en El Heraldo, Dangond plantea que se verá un voto-castigo por “el incumplimiento de sus promesas de gobierno, el oportunismo político electorero con quienes hasta hace unos días eran sus peores detractores, la descarada ‘mermelada’ repartida a políticos corruptos para la compra de votos y el oculto proceso de negociación de paz en La Habana”.
Para él la prueba de la ineficacia de Santos es que sus mayores reformas -anunciadas con bombos y platillos- se quedaron en el tintero, incluyendo las de justicia, educación, salud y una Ley de Tierras que -según él- “está siendo redactada en La Habana”. A eso se suma que sus programas bandera, incluyendo las locomotoras y la restitución, han tenido magros resultados (aunque usa cifras del total de viviendas construidas que no coinciden con las oficiales y una meta para la restitución estimada antes de que se aprobara la ley, cuatro veces superior al número real de solicitudes).

Ingrid Betancourt
voto: Juan Manuel Santos
“El proceso de paz no es un enlatado sobre la estantería de nuestros antojos. Es una oportunidad efímera lograda entre seres humanos que han construido un espacio de comunicación. ¿Qué garantías hay para que esa ventana se mantenga abierta?”, escribió la ex candidata presidencial en una columna especial que apareció en El Tiempo.
Para Betancourt, lo positivo de la campaña es que “Zuluaga se [vio] obligado a hablar de paz precisamente porque los colombianos quieren ver el final del túnel”, así para ella resulte claro que no quiere continuar con el proceso y, sobre todo, que las Farc no aceptarían arrancar uno nuevo con él bajo nuevas condiciones. En cambio, a Santos lo ve en la delantera porque “ha sido monotemático en su campaña y no ha cambiado ni un milímetro su posición”, cosa que le daría legitimidad.
“De lo que sí tenemos seguridad es de que será mucho más fácil acabar este proceso que empezar otro nuevo (...) De ser así, ¿cuántos años más nos tomará superar un nuevo trauma, otra oportunidad tirada por la borda?”, remata la antigua 'mosquetera' en el Congreso, hoy estudiante de teología en Oxford.

Jorge Giraldo Ramírez
voto: Blanco
El decano de Humanidades en Eafit se muestra muy crítico de la polarización que invadió al país en medio de unas elecciones tan reñidas, que “puede dejar secuelas peligrosas para la cohesión de nuestra sociedad” y que en la que “han llevado las aguas la dirigencia política, algunos grandes medios y los intelectuales que eligieron convertirse en misioneros”.
Como dijo en la Movida de La Silla, “el ciudadano colombiano debe votar el 15 de junio pensando en como abrir caminos al entendimiento con los derrotados a partir del lunes 16” para desactivarla.
Para Giraldo, el blanco tiene sentido por muchas razones: “tiene sentido desde la ética de la convicción, que es la única que se le debe exigir al votante”, “tiene sentido político como mensaje a la dirigencia nacional, si esta fuera capaz -como la europea hoy- de escuchar el mensaje detrás de los votos que no los acompañan y “tiene sentido cultural porque podría mostrar que en el país existen reservas para promover la confianza y la cooperación”. Y cierra diciendo, “es una opción para votar sin taparse la nariz”.

Alberto Bernal-León
voto: Óscar Iván Zuluaga
No tanto porque el ex presidente mexicano -que puso la casa en orden después de la corrupción de Carlos Salinas de Gortari- sea un aliado de César Gaviria en el debate mundial para reformar la política antidrogas, sino porque “logró encauzar a México dentro de un proyecto de limitar, al máximo posible, la intervención estatal dentro de la economía”.
Para Bernal, Zuluaga defendería a quienes traen inversión al país (algunos de los cuales se han estrellado con banderas de Santos como la reforma de tierras que impulsó el ex Ministro de Agricultura Juan Camilo Restrepo). “Yo veo a Oscar Iván Zuluaga defendiendo sin tapujos a patriotas como Germán Efromovich de las decisiones arbitrarias de un Incoder que le responde a las presiones de personajes tan complicados como Iván Cepeda”, dice, hablando de la compra de la hacienda Bella Cruz con un historial de despojo paramilitar, por la que el empresario colombo-brasilero -que la compró años después- demandó a Miriam Villegas (y que el congresista polista ha convertido en uno de sus caballitos de batalla).
Además, Bernal no oculta que ha tenido buenas migas con Zuluaga, a quien describe como “es igual de intenso a Uribe con el trabajo”. “Durante sus años como ministro, Oscar Iván Zuluaga nunca me incumplió una cita con inversionistas internacionales”, remata.

Manuel Rodríguez Becerra
voto: Juan Manuel Santos
El reconocido ambientalista advierte que su voto “no significa que cambie mi posición crítica frente a su política ambiental gris”, pero que de todos modos este cuatrienio ha sido mejor en política ambiental que el de Uribe. La propuesta de Zuluaga, tácitamente anunciada, de volver a fusionar los ministerios de Ambiente y Vivienda es lo que más le pone los pelos de punta.
Pero sobre todo respalda La Habana porque -según él- una eficaz política ambiental es ineludible para la paz, para preservar el patrimonio natural del país, para erradicar la coca (uno de los principales raíces de la deforestación) y para impulsar la reforestación comercial como alternativa económica para los campesinos reinsertados. Como advierte, “el posconflicto podría ser más dañino para el medioambiente que el conflicto mismo si no se toman medidas para evitarlo”.

María Clara Ospina
voto: Óscar Iván Zuluaga
“Ustedes dicen querer la paz, también nosotros y con pasión y resolución. Nosotros como todo colombiano pensante ambicionamos la paz (…) Mas no una paz atragantada, negociada a la tapada, sin la presencia de las víctimas, de la sociedad civil, sin castigos. Esa paz no durará”, escribe la hija del ex presidente conservador Mariano Ospina Pérez.
Para Ospina, el candidato uribista es el único capaz de gobernar con “unas bases que todos los colombianos podamos aceptar sin sentirnos traicionados y enfurecidos” y para ello invita a muchos de los sectores que se le escapan a Zuluaga -la izquierda de Clara, los verdes, la mitad de los conservadores- a cambiarse de barco porque “hay tanto en común”.

César Rodríguez Garavito
voto: Juan Manuel Santos
El problema, para el jurista, es que la extrema polarización solo beneficia a los extremos. “La lógica política de la guerra —la que ve solo amigos y enemigos, como escribió Carl Schmitt en tiempos del nazismo— le va tan bien a la extrema izquierda como a la extrema derecha”, escribe en su última columna, con lo que nos estaríamos acercando a un gobierno que desprecie los 'controles y balances' que estableció la Constitución del 91.
Pero para Rodríguez Garavito, el caso que mejor ilustra la encrucijada de este fin de semana es Perú y la reciente candidatura de Keiko, la hija del caudillo caído en desgracia Alberto Fujimori.
“Como para el fujimorismo hace tres años, la salvación del uribismo es el regreso al poder por interpuesta persona, para abonar el retorno del caudillo. Lo que está en juego aquí es lo mismo que en ese entonces en Perú: la paz, las instituciones y el Estado de derecho”, escribe. En esas elecciones ayudó el 'factor Vargas Llosa' y el aliento de “peruanos demócratas” que auparon a Ollanta Humala a la presidencia, “salvando al país del autoritarismo”.

María Elvira Bonilla
voto: Blanco
Bonilla duda de la capacidad de Santos de sacar adelante el acuerdo de La Habana por su falta de consistencia política. “Como la mayoría de la dirigencia colombiana, le apuesta a una paz barata, de bajo costo, firmada sobre unos acuerdos susceptibles de evadir, que en sus manos muy probablemente acabarían incumplidos y la paz burlada. No creo en su compromiso con las reformas de fondo que se requieren para tener un país en paz y que, como dicen en La Habana, todas están en el congelador, sin mentar, cocinándose tapadamente al vaivén de las aguas en cada coyuntura”, escribe la columnista de El País y de El Espectador, cuyo esposo Juan Manuel Ospina fue -desde un Incoder clave para la paz- un alto funcionario del gobierno Santos.
Y reversa la noción de 'Santos = paz', diciendo que “al contrario, precisamente porque creo en la necesidad de una paz en serio, sin trampas ni conejo, basada en las reformas de fondo que el país pide a gritos es que no quiero la reelección de Juan Manuel Santos”. Pero tampoco votará por Zuluaga.

María Jimena Duzán
voto: Juan Manuel Santos

Juan Gabriel Vásquez
voto: Juan Manuel Santos
“Muy mal va un país cuando se cree a pie juntillas cualquier babosada que le suelten los micrófonos”, dice, poniendo el ejemplo del popular fantasma del castro-chavismo y de una tendencia a volver el mundo blanco y negro que muestra que la “visión irracional y fanática del mundo les dicta a estas personas que el que no sea uribista debe por fuerza ser chavista”.
Este tipo de estrategias -desde los falsos mitos sobre el proceso de paz hasta las acusaciones sin pruebas de Uribe contra Santos- comprueban para él que, como había dicho en la primera vuelta, el uribismo recurre a la técnica favorita del intrigante Don Bazile en El barbero de Sevilla de Rossini, que decía “la calumnia, siempre hay que llegar a la calumnia”. Como dice en una de sus últimas columnas, “confirmaron del todo su reputación de inescrupuloso, tramposo y marrullero” y eso apuntala su “autoritarismo, desprecio de la Constitución y de la ley, caudillismo y cultura del miedo”.
Pero también deplora el ambiente de polarización que vive el país, que lo hunde en el abismo de la intolerancia. “Ahora tenemos que recuperar incluso el derecho a disentir”, apunta http://www.elespectador.com/opinion/sobre-intolerancia-columna-498010 el escritor de El ruido de las cosas al caer, que acaba de recoger esta semana el mayor premio de la literatura irlandesa.

María Elvira Samper
voto: Juan Manuel Santos
Samper cuestiona la idea de que solo el presidente-candidato pueda lograrla y pide que se convierta en una política de Estado, pero recuerda que “lo concreto es que Santos se jugó la carta de abrir un nuevo proceso de paz con las Farc, el cuarto desde 1982”. Y también, recuerda ella, el más avanzado de todos esos.
La ex directora de Cambio es especialmente crítica de la postura de los uribistas frente a una paz negociada, ya que “afectados convenientemente por trastornos de memoria, olvidan los varios intentos frustrados del gobierno de la seguridad democrática de negociar con las Farc y el fracaso de las rondas con el ELN en Cuba, que entonces sí les parecía el lugar adecuado para dialogar” (y que no les generaba un fantasma de tipo castro-chavista).
Sobre todo le molesta que esa oposición a La Habana no sea argumentada, sino basada en teorías de 'la entrega del país a las Farc' y del castro-chavismo, “un discurso falaz, pero efectista que ha calado, porque de repetir y repetir mentiras, éstas se vuelven verosímiles, y porque es más fácil y popular atizar el miedo”.

Mauricio Vargas
voto: Blanco
Para Vargas, “vivimos la campaña del miedo”, con ambos bandos dedicados a sembrar el terror: los uribistas “predican en tono apocalíptico” la entrega del país al castro-chavismo, la dictadura habanera de las Farc, y los santistas “con aire evangelizador” prometen una tiranía llena de chuzadas, orquestada por un senador ultrapoderoso con un títere en el Palacio. Cada uno igual de absurdo, según el ex director de la revista Cambio, que el anterior.
Tras tumbar uno a uno esos 'mitos asustadores, reitera su voto-protesta. “Votaré en blanco porque me dio asco la guerra sucia de las dos campañas y porque ahora me indigna que santistas y zuluaguistas –tan parecidos, como bien lo ha dicho el senador del Polo Jorge E. Robledo– inunden de majaderías y mentiras el debate, para asustar a quienes, en ejercicio de plena libertad, no queremos en la segunda vuelta untarnos de fango. A quienes tienen miedo les digo: no hay nada más fascista que votar por miedo”.

Rodrigo Uprimny
voto: Juan Manuel Santos
Y, en una coyuntura clave como el proceso de paz, Uprimny insiste en que son más profundas y dramáticas las diferencias entre Santos y Zuluaga, que las coincidencias que existen entre ellos en muchos temas. “Sus programas económicos tienen semejanzas, sin ser idénticos, pero sus visiones políticas son muy diversas en temas claves, como la búsqueda de la paz negociada, el reconocimiento de las víctimas y el respeto al Estado de derecho, a la oposición y al pluralismo”, escribe el ex magistrado de la Corte Constitucional.
A Uprimny le preocupa sobre todo que Zuluaga no admite la existencia del conflicto armado (“¿cómo podría entonces negociar la terminación de algo que para él no existe?”) y que el “uribismo entiende la política como una dialéctica amigo enemigo” que afecta la posibilidad de pensar diferente. Por todo eso remata, retomando su argumento http://www.elespectador.com/opinion/sin-derecho-al-desencanto-columna-49... de que hay mucho en juego, que “sigo pensando que en esta coyuntura no tengo derecho al desencanto ni a la indolencia”.

Cecilia López Montaño
voto: Juan Manuel Santos
En este caso Santos, por la paz. Pero también por otro argumento del que se habla menos: evitar “16 años más de uribismo” ya que -según sus cuentas- es previsible que, de ganar, Zuluaga también repita y que, con un pequeño cambio constitucional de por medio, Uribe vuelva por un III y IV.
“Colombia necesita alternancia de poder, y que el uribismo se perpetúe tiene, además, un lado oscuro (...) En esa línea de pensamiento que él regenta no existe la oposición –elemento fundamental de la democracia– sino amigos o enemigos, y a los últimos hay que destruirlos”, escribe la ex congresista barranquillera.

Rudolf Hommes
voto: Juan Manuel Santos
Para Hommes, uno de los economistas más reconocidos del país, las diferencias en política económica entre ambos son mínimas, pero el para qué es la real diferencia: “para Santos el fin último de la política económica es promover el bienestar, disminuir la pobreza rural y urbana y generar prosperidad”, mientras que “Zuluaga repite una y otra vez que él se propone preservar la confianza inversionista”.
También tienen, según el ideólogo de la apertura económica, otras similitudes. “Los dos bandos pecan por incapacidad para ejecutar obras, pero por razones diferentes”, escribe, explicando que en la época del uribismo primó la política sobre lo demás, mientras que en el santismo primó “el desconcierto inicial y exceso de perfeccionismo, pero se cuenta ahora con instituciones para desarrollar la infraestructura y un inventario de proyectos que no tiene parangón”.
Lo más grave, para Hommes, de un triunfo del uribismo es que se daría a partir de los 'antivalores' -que, según él, otros llaman la 'pérdida de la decencia'- y que demuestran que “hay un grupo de colombianos, quizás no mayoritario, pero con suficiente peso que está dispuesto a llevar al país a cometer excesos, incluyendo jugar sucio, ocultar, tergiversar, amenazar y quizás llevar a cabo esas amenazas”.

Salud Hernández-Mora
voto: Blanco
El blanco es, según la corresponsal internacional, un voto-protesta contra las prácticas corruptas en el centro de la manera de concebir la política tanto de Santos como de Zuluaga, que hacen inviable cualquier paz y que los igualan en lo fundamental.
Y en particular es muy crítica de los apoyos que está recibiendo Santos de personas que han hecho su carrera política denunciando esa politiquería y ese 'todo vale'. “Quién nos iba a decir que veríamos a Mockus o a Claudia López, por poner dos ejemplos de personas intachables, empujando una campaña que alcahuetea la corrupción y convive con parapolíticos” como los herederos del clan García Zuccardi o de Miguel Ángel Rangel, dice Hernández-Mora.
De manera que, una vez pasadas las elecciones, “¿con qué autoridad moral barrerán la basura?”

José Fernando Isaza
voto: Juan Manuel Santos
Es ahí donde, para Isaza, Santos tiene la mejor baza: mientras el presidente-candidato ha firmado tres acuerdos puntuales, Uribe tuvo ocho años y -pese a una fuerte estrategia militar y a múltiples intentos de negociar- no lo logró. Eso confirma, según él, que “la paz negociada con la insurrección, que cumplió medio siglo de actuar, tiene menores costos y más beneficios que tratar de acabarla a través de una guerra sin cuartel”.
El gana-gana es, para Isaza, obvio: una salida negociada al conflicto no es un 'juego de suma cero' -en el que los jugadores se benefician solo a expensas de otros- sino uno de 'suma positiva', donde todos terminan en una mejor posición de la que hubiera tenido si no se hubiera dado la negociación. Y aunque hay costos e incluso “hipotéticamente se puede aceptar que una negociación dirigida por el candidato uribista tenga menos costos institucionales”, para el veterano académico el precedente de la negociación con los paras de Uribe tuvo unos aún mayores.
Todo se vuelve, entonces, un asunto de probabilidades. “Se acepta la teoría de que no solo Santos puede firmar la paz; pero sí es significativamente más probable que lo logre (…) Le apuesto a una mayor probabilidad de paz”, remata.

Laura Gil
voto: Juan Manuel Santos
Palabras que son palabras pero que tienen significados profundos. Por ejemplo, para los eternos damnificados de la guerra, a quienes el reconocimiento de un “conflicto armado” las convirtió -simbólica y políticamente- en “víctimas”, en una Ley de Víctimas y Restitución de Tierras que ella -hija de otro conflicto con una salida negociada, como lo fue la dictadura militar uruguaya- asesoró en su redacción.
Para también buscar una salida en la mesa conversando: “en medio de la guerra, el gobierno de Santos valoró el potencial de la palabra para hacer política”, dice, como ya sucedió en los años de Pastrana (aunque, anota, en esa época la paz era una “posibilidad” y no una “probabilidad” como ahora).
Y aunque su última columna es una dura acusación contra los 'saboteadores totales' de la paz, hace mucho énfasis en que en Colombia una necesitada reconciliación pasa por la palabra. “No tenemos futuro de reconciliación sin Uribe y sus seguidores, así como tampoco lo habrá sin la Marcha Patriótica (…) ¿Queremos un país con espacio solo para unos mientras los demás terminan arrinconados, señalados, vilipendiados y hasta acusados? O, ¿uno para todos, incluso para ambos extremos políticos?”, remata.

Ricardo Silva Romero
voto: Juan Manuel Santos
Es decir, somos buenos para exigir y pedir a gritos las cosas, pero poco dispuestos a ser los gregarios que acompañan todo el tiempo, con sudor y sin despistarse. “Reelegir a Santos no es, en un curioso giro del destino, librarse de nada, sino tomar ese camino largo –sin constituyentes ni juicios finales populistas– en el que está en nuestras manos exigir un gobierno responsable que defienda lo público, respete la vida y proteja la Constitución del 91”, dice Silva Romero.
Por eso la decisión está entre un presidente-candidato que va 'lento pero seguro' y otro que promete ser solo -a la usanza de su mentor- el “caudillo, el paisano pacificador y la única rama del poder”. Por eso, para ratificar que Colombia “ya no necesita padrastros, sino presidentes”, el novelista anuncia que -sin estar fascinado por Santos pero entendiendo que esta vez el blanco y su conciencia tranquila no le sirven a la realidad- votará por Santos. Porque, según él, “en política es mejor arriar que atajar”.

William Ospina
voto: Óscar Iván Zuluaga
Demoliendo la teoría que ha hecho carrera de que Santos es 'el mal menor', Ospina argumenta que es precisamente Zuluaga el 'menos peor' de los dos candidatos. Aunque subraya que Uribe no modernizó al país ni construyó la paz en sus ocho años, para el escritor “el uribismo es responsable de muchas cosas malas que le han pasado a Colombia en los últimos 20 años, pero el santismo es responsable de todas las cosas malas que han pasado en Colombia en los últimos cien años”.
Esto porque, a sus ojos, Santos representa a “la vieja élite bogotana que se siente designada por Dios para manejar este país con una mezcla de desdén y de indiferencia que aterra” y que “son expertos en hacerlo todo y no ser nunca responsables de nada”. En cambio, con la élite terrateniente de Uribe y Zuluaga uno sabe a qué atenerse: “con ellos no es posible llamarse a engaños: si hablan de guerra, hacen la guerra; si odian a la oposición, no fingen amarla”.
Eso precisamente le hace dudar más de Santos que de Zuluaga, sobre todo en el tema de la paz que pone por encima de los demás. “Temo que Santos, por reelegirse, firme todo pero no cumpla nada. Una paz con Zuluaga tal vez sea más difícil, pero hay más probabilidades de que se cumpla”, dice Ospina, que se reconoce como de izquierda.
“Ante un adversario, más vale saber con qué se cuenta”, remata.

José Miguel Alzate
voto: Óscar Iván Zuluaga
A Santos lo caracteriza como un integrante de la “rancia oligarquía bogotana” que “nació predestinado a convertirse en presidente”, mientras Zuluaga -su coterráneo- es “hijo de la provincia” y “no nació en cuna de plata”. Y eso, según Alzate, moldea el talante de los dos: “a Santos, su clase social lo llenó de privilegios; a Zuluaga se le abren caminos por su formación académica” y “mientras Santos se mueve en círculos aristocráticos, Zuluaga sabe untarse de pueblo”.
“Que un candidato de provincia, sin maquinaria política, sin acceso a la nómina oficial, sin presupuesto para comprar respaldos, sin prensa a su favor, amenace la posibilidad de que Juan Manuel Santos sea reelegido, es un fenómeno político”, remata Alzate. Y anuncia su voto por en quien sería el primer presidente oriundo de Caldas.

Plinio Apuleyo Mendoza
voto: Óscar Iván Zuluaga
Para Mendoza, ese giro en el discurso del candidato uribista le permitió “eliminar el señuelo electoral de la guerra o la paz que tanto claman Santos y sus publicistas” y reenfocar la campaña en el hecho de que, según él, “la real disyuntiva que tienen los electores el 15 de junio es otra” más ligada a temas como empleo, seguridad, educación y salud.
“Ya no se trata de suspender abruptamente los diálogos, lo que le habría permitido al presidente seguir hablando de amigos de la paz y amigos de la guerra. Ahora el debate es otro, muy distinto. Se trata de saber hasta dónde se puede llegar a un acuerdo con las Farc sin desviar peligrosamente el rumbo del país”, dice Mendoza.
Para él, Zuluaga sí le pondría a las Farc los puntos sobre las íes en temas como la elegibilidad política, las minas antipersonal o el reclutamiento de menores y, a cambio de esto, “aceptaría rebajas de penas para las Farc y el Eln y su transformación en movimientos políticos legales. Tales serían las bases de su acuerdo de paz”.
- Alberto Bernal-León
- Manuel Rodríguez B.
- María Clara Ospina
- César Rodríguez Garavito
- María Elvira Bonilla
- María Jimena Duzán
- Juan Gabriel Vásquez
- María Elvira Samper
- Mauricio Vargas
- Rodrigo Uprimny
- Cecilia López Montaño
- Rudolf Hommes
- Salud Hernández-Mora
- Laura Gil
- Jose Miguel Alzate
- Plinio Apuleyo Mendoza
Hector Riveros votará por Santos.
1--Repito, hay una ola cuasi verde-Mockusiano al rededor del proceso Habana q hace pensar en la victoria de Santos, y buena parte se debe al periodismo q tambien manifestaron su temor.
De William Ospina, tengo una vaga referencia relacionada con el arte alrededor de la dramaturgia si no me traiciona mi memoria, y hasta esta semana q Oí respecto del artículo, q hasta ahora logro leer gracias a LSV q lo relaciona. Pero creo q igual q muchos, está totalmente equivocado.
Para empezar se ampara resaltando q es de izquierda para fundamentar su postura, dejando un halito de ecuanimidad, imparcialidad, q la verdad difícil de creer en este caso. Es lógico q viniendo el concepto de alguien q dice ser d izquierda tome x sorpresa a + de 1, pero eso no lo hace creíble, ni veraz en sus afirmaciones. Todo lo q dice es correcto respecto de los 2 males, y a mi q tengo 23 años, no me está diciendo nada q no sepa, SIGUE..
Antonio Caballero votará por Santos, con asco, pero votará por él.
2--El riesgo q dice hay, es igualmente proporcional en ambos Males indiferente d q’ tipo de derecha representen.
El argumento + importante q esgrime para su postura, es xq el uno lleva 8 años y el otro aparentemente 100 en el control del país; igualmente es ladrón el q roba $1 q el q roba $1 millón, y + si se trata de la tradicional y rancia clase política colombiana.
Decir q No Es personal tampoco es creíble, es claro e innegable q ESTAS elecciones hace rato se nos salió del concepto d voto d opinión x un programa d gobierno especifico y se volvió en un voto totalmente en contra d ambos Males, el antiSantismo y antiFuribismo q le llaman, y si eso NO ES personalizar, entonces dígame Sr. Ospina, Q’ si lo es?.
X lo visto el señor tiene mucha credibilidad y d seguro bien ganada, pero en esta oportunidad se está quedando corto en un simple detalle q se llama sentido común, el d REALMENTE ver cual d los males es el peor
-- xq plantear los ‘’40 y 20’’ -de José José-, igualmente da a entender q así como NO quiere se pase de 40, pero SI d los 20, y dejándonos en igual condición DE RIESGO, xq supuestamente la probabilidad d q cumpla ‘’z’’ es mayor q la de Chuky; y yo le digo, igualmente es la probabilidad q NO cumpla el uno, como TAMPOCO cumpla el otro.
Santos puede llevar 100 o 1000 años, pero los 8 q lleva Furibe son + nefastos para el momento q vivimos las generaciones actuales, incluido el periodismo se ha quedado corto en este tipo de pedagogías q hace ahora Ospina, además de tardías.
EN ESTE CASO REVIVIR NUESTRA HISTORIA NO SIRVE DE NADA, y a las generaciones pasadas d seguro les fue mal, pero las d ahora y d mañana merecemos algo mejor, q no es Ninguno d los 2 es cierto, pero el inicio si es con UNO de los dos, y ese inicio está en la Habana. El resto queda en manos del congreso, y q esa pedagogía tardía no sea fortuita ni oportunista x figurar a SER diferente.
La negra candela,se trasteo pa' la silla. Que vaina eso de traer chismes
Usted es la Negra Candela?. Que solo entra aqui ha chismear.
Estoy leyendo la columna de Maria Elvira Bonilla en El Pais el 5 de junio y allí dice que votará en blanco
Donde dice "Darío Avecedo" debe decir "Darío Acevedo".
Sigue el deslizamiento de los recurrentes trolls que se agazapan en las alcantarillas de foros de EL ESPECTADOR o mejor, la "gran" prensa rola.
Sweet,el dulce sabor del chisme
Usted parece una vieja chismosa que solo ve programas pendejos.