La columna de Daniel Coronell, donde denunciaba cómo el Defensor de Pueblo estaba involucrado en un presunto caso de acoso sexual contra su secretaria ha provocado un escándalo ¿cree que éste implica un cambio cultural o es puro morbo?
Hilos temáticos: Los que controlan |
Ex consejera presidencial de Programas Especiales
Pocas cosas causan hoy escándalo, en el sentido de una noticia que sorprenda, sin embargo esta noticia lo logra por lo obscena y vulgar.
La violencia contra la mujer es un problema social y un asunto grave. El acoso sexual es un delito que tiene como verbos rectores: acosar, perseguir, hostigar, asediar física o verbalmente. Todos estos al parecer se encuentran en el reprochable escándalo en mención.
Ni al Defensor del Pueblo ni a nadie se le puede dar la más mínima excusa para aceptar una conducta de esta clase. La gravedad del escándalo exige una sanción social. Un cambio cultural se daría si, y solo si, la sociedad unida sin falso moralismo, exige que el Defensor se retire de su cargo para asumir su defensa .
Sorprende el silencio de la Defensoria Delegada para los derechos de las Mujeres y Asuntos de Género .
Representante a la Cámara, Movimiento Mira
La desconfianza en las instituciones del Estado, ha generado que la comunidad busque medios alternativos “medios de comunicación”, para hacer efectivas sus denuncias, con el fin de proteger sus derechos y garantizar que se haga justicia. Sin embargo, no se puede desconocer que existen herramientas jurídicas que castigan conductas como el acoso sexual y laboral, y por eso hacemos un llamado para que las víctimas de dichas conductas, instauren las denuncias ante las autoridades correspondientes.
Reprochamos toda clase de agresión en contra de las mujeres, y frente al caso en concreto, consideramos necesario contar con todas las fichas para armar el rompecabezas, y solo se podrá, hasta que se adelanten las investigaciones por entes competentes. En caso de ser ciertas las denuncias en contra el Defensor del Pueblo, se deben aplicar sanciones ejemplares, teniendo en cuenta el cargo que ostenta.
Los hechos acontecidos, nos invitan a reflexionar si el mecanismo de denuncia fue el más garantista, debido a que revictimiza, y pone en riesgo derechos fundamentales de las partes involucradas, como el derecho a la intimidad personal, a la honra, al buen nombre, al debido proceso, entre otros.
Por último, hacemos un llamado al Defensor del Pueblo, para que evalúe la posibilidad de separarse del cargo, y así evitar poner en peligro la legitimidad de la institución, y garantizar la imparcialidad en las investigaciones que se adelantan.
Investigador, Fundación Paz y Reconciliación
Los documentados cuestionamientos que tiene el Defensor del Pueblo Jorge Armando Otálora por maltrato a los profesionales y personal con quienes trabaja, a los que se suman ahora los de acoso sexual y que han tenido una amplia repercusión por las columnas de Daniel Coronell han provocado un entendible debate en medios y cuya principal repercusión es la declaración del Partido Liberal, quien lo postuló para esta importante responsabilidad, solicitándole la renuncia.
De este caso se evidencia que la sociedad colombiana es cada vez menos permisiva con los temas de atropellos y acosos, vengan de donde vengan y esto esta soportado en una legislación que siendo reciente, evidencia un mayor apersonamiento sobre la protección de la dignidad humana.
Lo lamentable de todo esto es la falta de carácter y sentido autocritico de una persona que ostenta la responsabilidad de Defensor del Pueblo, cuya esencia es la protección de los derechos de la ciudadanía y quien con ese comportamiento de maltrato, documentado y comprobado, hace meses debió renunciar.
Esperamos que el Señor Presidente Juan Manuel Santos se pronuncie sobre esta delicada situación y exprese que el igualmente apoya la exigencia de renuncia del ciudadano Jorge Armando Otálora, que gran daño le ha hecho a una institución tan importante para la ciudadanía como lo es la Defensoría del Pueblo.
Directora, Fondo de Promoción de la Cultura
El señor Defensor del Pueblo debe retirarse del cargo independientemente que el último incidente lo califiquen de morbo o cambio cultural los colombianos.
Aunque todavía culturalmente se les tolera a muchos funcionarios, de gran poder, actitudes machistas y degradantes con sus subalternos, es innegable que el comportamiento del señor Otálora, dada su condición de defensor de los derechos humanos y su dignidad, es particularmente reprochable.
Los desnudos que circularon en las redes sociales y que supuestamente él le mandó a quien quería que fuera la madre de sus hijos son desagradables, obscenos, vulgares, pervertidos y pornográficos cuando la destinataria de ellos es a su vez su subalterna.
Es de imaginar que el señor Defensor no solo se sintió poderoso en su cargo con sus subalternos sino que posiblemente creyó tener un cuerpo escultural digno de ser enviado a través de un chat sin que todavía sepamos si el teléfono que usó era privado o del Estado. Es además posible, que el gran poder que ha venido acumulando a lo largo de las últimas décadas, lo haya hecho crecer a sus ojos, unos cuantos centímetros.
Ex viceministro de Defensa y ex director del Centro Democrático
Mírese por donde se mire, al Defensor le falta talla.
Investigador, PIK -Instituto Potsdam de Investigación en Cambio Climático (Alemania)
El escándalo no implica un cambio cultural ni es puro morbo. Es más un cambio de escándalo que implica un morbo cultural puro.
Un cambio cultural se dará cuando un gobierno que de verdad se ocupe de la gente desarrolle un programa extenso y continuado de salud pública. En este programa dirigido y ejecutado por psicoterapeutas el paciente podrá revisar su árbol familiar, con seguridad adornado con abusos sexuales, violaciones y maltrato. Aprox. 48 millones de colombianos deberíamos participar en estos programas.
Nos desgañitamos por la indignación, las mujeres -sobretodo- claman justicia y venganza. En este momento Otálora es la representación de lo que odiamos. Queremos verlo destituído, si fuera posible en la cárcel. Queremos ver la vergüenza en su rostro, que se arrepienta. Queremos que sienta nuestra repugnancia. Pero la calentura no está en las sábanas. Otálora es el espejo que refleja nuestra sombra colectiva. Otálora tendrá que renunciar. Pero su destitución y linchamiento no resolverán nada. Sólo poniendo a la luz nuestra sombra colectiva podremos erradicar nuestro morbo, nuestra propensión al escándalo, además del acoso y el maltrato.
Si los políticos quieren cambiar algo de verdad, tienen en ésta su mejor oportunidad. Están en la posición idónea y fueron elegidos para gestionarlo. Quizás lo hagan, Dios quiera. Mientras tanto, los demás tenemos la tarea de iluminar nuestra propia sombra, curar nuestro linaje familiar, hacernos conscientes de las consecuencias de los gritos, y la violencia en el comportamiento futuro de nuestros niños. Porque Otálora también fue un niño, y ahora mismo también es ese niño que sufre. Detrás de ese maltratador abusador hay un niño maltratado y abusado.