El miércoles pasado, Francisco Santos escribió en El Colombiano una columna titulada No entiendo [1] en la que ataca de frente a Juan Manuel Santos como ya lo había hecho en otras ocasiones. La respuesta del Presidente, que suele ser la diplomacia cachacha en persona, a las anteriores críticas fue igual de demoledora hace unos meses cuando tachó [2] a su primo de “haberse dejado invadir por el Sida del alma.” La historia de esta enemistad entre primos tiene toda una historia.

“Lo tenía todo servido en bandeja. Una economía boyante, una seguridad creciente, una herencia difícil de dilapidar. Solo era cuestión de manejar bien los hilos de la sucesión, de ir creando un espacio propio y de consolidar un proyecto político, económico y de país que, entre otras cosas, lo pusiera a la altura de su tío abuelo y la relación que tuvo con López Pumarejo”, escribió en su última columna Francisco Santos, hablando del Presidente.
“Pero no quiso que fuera así. Se dedicó a codear, a destrozar lo del pasado con un síndrome de la creación agudo inexplicable, a denigrar de su propia herencia y a buscar su espacio no construyendo sobre lo construido sino en hombros de un cadáver que lo llevó a donde está hoy pero cometiendo uno de los peores delitos no solo del código penal, sino más grave aún, del código del honor: el parricidio.”
Con esa convicción, con los micrófonos de RCN radio en su mano y con una columna en el diario más uribista de Colombia, Pacho asume en los medios el muy necesitado rol de escudero de un gobierno en el que no solo trabajó duro durante ocho años sino que salió del poder lleno de gloria para encontrar su legado súbitamente cuestionado, con varios ex funcionarios importantes en la cárcel y con pocos defensores públicos.
“No sé si al país le gusta ese tipo de política. La del saltimbanqui, la deslealtad, la puñalada trapera y la traición. A mí no. Por eso acá sigo dando la pelea, y así sea el último en caer en batalla lo haré con la frente en alto, para defender el gobierno que rescató a Colombia de las fauces de la violencia, la indolencia, la desconfianza y la derrota colectiva”, escribe Francisco Santos, que poco a poco, se va perfilando como uno de los periodistas más crítico del actual gobierno.
“Lo que estoy haciendo es volver a las raíces de periodista. Es mi estilo de ser columnista, siempre crítico del poder. Ahora cambió la persona pero si el Presidente fuera Pedro Pérez y perdiera la oportunidad de construir sobre lo construído y se dedicara a destruir para construir, lo criticaría igual”, dijo Pacho a La Silla Vacía.
Cada gobierno tiene su columnista-pesadilla. Lo fue Enrique Santos en el gobierno de Samper, D’Artagnan en el de Pastrana y Daniel Coronell en el de Uribe. La dificultad para que Francisco sea el de Santos es que tiene dos problemas de credibilidad: haber sido ocho años Vicepresidente de Uribe, lo que lo hace ver más como vocero del uribismo que como un periodista independiente. Y segundo, ser primo del Presidente.


Y es que aunque esta no sea la razón principal de la confrontación, estos primos reeditan de alguna manera una rivalidad que ha caracterizado a la familia Santos durante los últimos 75 años.
Esta rivalidad se remonta a Eduardo Santos, tío abuelo de los dos, y a una época en la que la Guerra Civil Española marcaba y dividía ideológicamente a la élite bogotana.
El ex presidente Santos era un liberal, alineado ideológicamente con la facción Republicana. En cambio, Enrique Santos Castillo, papá de Juan Manuel, era un hombre conservador, de derecha, alineado con el franquismo.
Cuando murió Lorencita, la esposa de Eduardo, el expresidente repartió el 49 por ciento de las acciones de El Tiempo que le correspondían a ella entre colaboradores del periódico y le dio ocho por ciento a Enrique y ocho por ciento a Hernando.
Con el tiempo, estas diferencias ideológicas –parecidas a las actuales entre la izquierda y la derecha- se agudizaron e hicieron que Eduardo Santos se alejara definitivamente de Enrique y prefiriera a Hernando Santos, el papá de Francisco, que era un hombre de ideas más liberales y alineadas con el republicanismo. Y que además, acompañó a su tío en la soledad de la vejez.
Cuando murió el expresidente Eduardo, en su testamento, dejó estipulado que de su 51 por ciento de acciones de El Tiempo no le quedara ni una sola a Enrique Santos Castillo. En cambio a Hernando le dio un 15 por ciento adicional.
De esta manera, Hernando Santos quedó con tres acciones por cada una que tenía su hermano Enrique. Cuando se vendió el periódico a Planeta, mientras la familia de Hernando Santos tenía alrededor del 30 por ciento de las acciones, la de Enrique tenía el 13 por ciento.
La dirección del periódico llevaba 42 años en manos de Roberto García-Peña, el abuelo de Rodrigo Pardo, el nuevo director de RCN Televisión, pero cuando él murió y llegó el momento de la sucesión en 1974, se acordó que Hernando Santos asumiría la sección editorial del periódico –que en esa época era muy poderosa- y Enrique Santos Castillo la primera página del periódico y la sección informativa. Esta división de funciones tuvo un impacto en el periódico que se refleja aún hoy, cuando los editoriales suelen ser más progresistas que el cubrimiento informativo.
Enrique tenía cuatro hijos (Juan Manuel, Luis Fernando, Enrique y Felipe) y Hernando siete (Guillermo, Rafael, Juanita, Adriana, Francisco y dos alejados del periodismo, Hernando, el médico, y Camilo, el piloto). Como no solo los papás eran hermanos sino también las mamás, los primos hermanos dobles Santos Calderón crecieron –y todavía lo son- como una familia unida, pero a la vez hipercrítica, acostumbrados a ‘darse palo’ en todas las visitas. Y a competir entre sí.
Esta rivalidad se hace explícita en 1999, cuando llega la segunda sucesión del periódico.
“Las estrellas eran los de la familia de Enrique, pero los que tenían la mayoría de acciones eran los de la familia de Hernando y eso explica la rivalidad”, dice alguien que conoció el proceso de sucesión.
Enrique Santos Calderón ya había vuelto al periódico convertido en un exitoso periodista independiente y aguerrido que dio mucho de qué hablar con su famosa revista Alternativa. Su hermano Luis Fernando estaba vinculado con la gerencia del periódico. Y Juan Manuel estaba en la subdirección del diario, encargado de la parte editorial. Los de la otra rama de la familia también trabajaban en el periódico, sobre todo Rafael y Pacho, que eran periodistas. Y todos querían el control.
Juan Manuel Santos siempre ha estimulado la leyenda de que él sacrificó la dirección de El Tiempo para lanzarse a la política y buscar la Presidencia de la República. Pero lo cierto es que su tío Hernando, quien tenía la mayoría accionaria del diario y despreciaba los ‘aires’ que se daba su sobrino, había dejado saber que se oponía a que Juan Manuel lo sucediera en la dirección. Mediante una negociación con su hermano, había aceptado a regañadientes que fuera el subdirector del periódico.
Por eso, cuando llegó el momento de la sucesión, la nueva generación le apostó a una codirección del periódico en cabeza de Rafael (hijo de Hernando) y de Enrique (hijo de Santos Castillo). Acordaron, entre otras cosas, que Enrique sería el interlocutor de Pacho y que Rafael, de Juan Manuel, para las quejas que tuvieran sobre la información de El Tiempo.
Rafael y Enrique también se dividieron los temas. Mientras que Rafael asumió los temas urbanos y los de responsabilidad social del periódico como Bogotá como vamos, su primo se encargó de los políticos y del diario acontecer. Luis Fernando asumió con mucho éxito la gerencia del periódico, convirtiéndolo en un conglomerado económico y Pacho Santos quedó como jefe de redacción y se convirtió en un líder cívico reconocido al impulsar las marchas antisecuestro desde su fundación País Libre. Pero fue cuando Francisco fue amenazado de muerte y tuvo que exiliarse en España.
Con su salida, el 'muñequeo' periodístico dentro del periódico fue ganado por la línea de 'Don Enrique', como le decían al viejo Santos en el periódico. Y estaba a punto de iniciarse el pulso político.

Esto sucedió cuando apareció Álvaro Uribe, que vio en Pacho Santos una fórmula vicepresidencial ideal para sumar a su campaña o por lo menos neutralizar, a la élite bogotana, a las Ong de derechos humanos y en general, a la comunidad internacional crítica de su récord en derechos humanos en la Gobernación de Antioquia.
En un principio hubo muchas dudas sobre si Francisco tenía lo que se necesitaba para ser Vicepresidente dado lo impulsivo de su personalidad. Y nadie expresó estas dudas de una manera tan demoledora como su primo Enrique en un editorial [7] de El Tiempo, en el que se opone a su nombramiento. (Y que de alguna manera recuerda, el igualmente demoledor editorial escrito por Hernando Santos cuando Juan Manuel saltó a la política).
Pero al cabo de tres años, hay un cierto consenso en los medios bogotanos de que Pacho Santos había cumplido la tarea que le había encomendado el Presidente y que incluso mostraba dotes de estadista. Algunos comienzan a ver en él un posible sucesor de Uribe.
Este ‘accidente histórico’ de que Pacho tuviera una plataforma presidencial y registrara cada vez mejor en las encuestas, mientras que Juan Manuel se encontraba en el desierto del agonizante Partido Liberal no pasó desapercibido por el primo. Y fue cuando el ahora Presidente dio un triple salto mortal y pasó de la oposición de Uribe a convertirse en su Ministro de Defensa.
Cuatro años después, Juan Manuel había sido escogido por Uribe como su sucesor y sobre sus hombros llegó a la Presidencia. Pacho quizá podría haberse lanzado a la Alcaldía de Bogotá pero desplazado por su primo que le llevaba diez años de experiencia política, decidió volver al periodismo, y ahora se ha convertido en el vocero del antisantismo más radical.